Lo vi en la playa... y eran nuestros

Te cuento algo curioso que me pasó el verano pasado.

Una empresa (de esas que ya confían en nosotros desde hace tiempo) nos pidió unos calcetines personalizados. Nada fuera de lo común: colores llamativos, su logo, un diseño divertido. Era parte de una campaña para empleados y algunos clientes. Lo típico.

Pero lo gracioso vino después.

Ese agosto me fui unos días a Alicante. Y no exagero: en una sola mañana vi tres personas distintas con esos calcetines. Una pareja caminando por el paseo, un chico en la playa (sí, en la playa) y otro que los llevaba con deportivas. Ahí fue cuando pensé:

“Qué fuerte. Lo que empieza como ‘un producto promocional’ puede terminar teniendo vida propia.”

Y lo más bonito es que cada uno de esos pares hablaba sin decir nada: de una marca cercana, con personalidad, que regala cosas que sí se usan.

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